EL PETRÓLEO MEXICANO DEL IMPERIO: EL BANQUETE SOÑADO.

Escrito para la Revista Hashtag

Pablo Guillén Arroyo

@veoteaqui

El mundo ahora vive en un momento de tensión histórica. El capitalismo que hoy conocemos como el modelo neoliberal, no deja tregua en su ímpetu por despojar hasta lo más ínfimo de los recursos del planeta. Varias soberanías en el globo son víctimas de este tipo de persecución y de transgresión a sus constituciones y autodeterminación. Las oleadas de protestas sociales y la opinión pública, no han parado de hacer críticas a este sistema que se mantiene con pocas columnas de legitimidad.

Evidentes son las secuelas de desigualdad que provoca el modelo, así como sus métodos ignominiosos de aplicación, cuya premisa es poder violar constantemente todos los derechos (empezando por los derechos humanos) y desmantelar todo sector público para convertirlo en negocio, siempre y cuando se salvaguarden los intereses de una oligarquía; concepto que se define en síntesis, como una minoría de ricos en el planeta. El movimiento de Occupy Wall Street los nombró el “1 por ciento”.

En este capitalismo industrializado la dependencia del petróleo es agudo. El sistema parece como un adicto a la heroína, que de quedarse sin la sustancia que gradualmente descompone su biosistema, se desestabiliza psicológica y físicamente, entrando así en un estado de ansiedad que es capaz incluso de asesinar para obtener un poco más. Tales han sido las guerras de intervención estadounidenses en el Medio Oriente.

Todo parece indicar que el sistema económico que rige, es una máquina de destrucción que busca inyectar constantemente a las cuentas de los plutócratas un poco más de capital industrial y financiero, y así poder ellos regocijarse en un banquete infinito que se pierde en el horizonte.

El sistema estadounidense está en paradoja. No por nada tenemos conflictos diplomáticos entre las potencias del mundo después de años de ignominiosas intervenciones e imposiciones económicas que se agudizaron con el surgimiento de Wikileaks de Julian Assange y la evidencia del espionaje de la NSA con Snowden, lo que debilita a las autoridades estadounidenses en relación a las demás autoridades; pues éstas fueron violentadas en su privacidad. El primer paso contrahegemónico en la coyuntura de éste debilitamiento lo tenemos con Putín, su alianza estratégica con China y Latinoamérica y la creación del BRICS.

Así que en nuestra zona, de tal oleada de despojo México no está exento, pues las famosas reformas estructurales de Peña Nieto no son más que la legalización para que el Imperio (entiéndase a ese 1 por ciento liderado políticamente por Estados Unidos) tenga la libertad de apropiarse su recurso predilecto, el petróleo, el gas y además el espectro radioléctrico de nuestra zona.

Si hacemos una evaluación en un tiempo inmediato, pareciera que las grandes compañías petroleras, en una repentina urgencia se les ocurrió rascarle a las reservas mexicanas. Pero si indagamos un poco en la historia, podemos darnos cuenta, que la sed urgente de Estados Unidos por beberse nuestro crudo tiene ya bastante tiempo.

Revisando una serie de entrevistas a los embajadores estadounidenses en México, en un recopìlatorio que nos deja la periodistas Dolia Estévez en su libro intitulado precisamente “El Embajador”, se revela entre silencios y respuestas, las intenciones de Estados Unidos hacia México. En este compendio se abarca un rango temporal de 1977 a 2011.

De tal manera podemos ver dos líneas principales en la política de Estados Unidos hacia México y/o a hacia Latinoamérica. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de los 90’s, lo que entendemos como el periodo de la Guerra Fría, la principal prioridad que tenían nuestros vecinos del norte era evitar que los países latinoamericanos (incluido México) se alinearan bajo la ideología comunista que promovía la antigua Unión Soviética. Para esto les era indispensable crear una red de espionaje para ubicar a los diferentes cuadros de sus antagonistas comunistas, por lo que mandaron un conjunto de agentes de la CIA a diversos países.

Para el caso de México, el embajador chicano de 1980 a 1981, Julián Nava, dice con sinceridad: “Teníamos informantes de la CIA en todas las dependencias del gobierno.” Más adelante en el tiempo, el embajador James R. Jones de 1993 a 1997, comenta abiertamente: “En esa época, la embajada de México era la más grande del mundo. Así que logramos que la DEA, el FBI, la CIA, la DIA y el resto de agencias de inteligencia y de procuración de justicia trabajaran juntas como equipo e intercambiaran información.”

¿No es la nueva ley en telecomunicaciones una legalización descarada que tiene como finalidad las mismas intenciones de ubicar cuadros de oposición como en aquella época?

La otra línea política de Estados Unidos hacia México siempre ha sido la de tener acceso a los recursos petroleros, pues a su red de información el tema no quedaba desapercibido: “La CIA podía estimar el monto de las reservas petroleras o el Departamento del Tesoro y la CIA podía tratar de estimar las reservas en dólares, pero no era posible tener números precisos porque simplemente no había transparencia” dice nuevamente J. R. Jones.

En los años 70’s en México se descubren varios yacimientos petroleros por lo que la zona del país empieza a considerarse relevante estratégicamente para Estados Unidos. Esto queda de relieve, cuando la periodista Estévez le hace la siguiente pregunta a Patrick J. Lucey (embajador estadounidense en México de 1977-1979): “¿Cuales fueron los temas que preocupaban a Estados Unidos durante la visita de Estado?” (refiriéndose a la vista a México del presidente estadounidense de entonces Jimmy Carter) Éste, en vez de responder desde la postura de Estados Unidos, responde desde la postura mexicana: “A México le entusiasmaba mucho que la perforación en aguas profundas lo había convertido en un importante exportador de petróleo. La posibilidad de vender petróleo y gas natural a Estados Unidos era motivo de gran orgullo para ellos.”

Julián Nava lo deja claro de una manera más precisa: “Sí, teníamos una consideración primordial: queríamos que México nos vendiera más petróleo. Era el tema más importante porque los árabes habían boicoteado la venta de petróleo a Europa Occidental y a Estados Unidos después de que respaldamos a Israel.” De tal manera la visión de la problemáticas geopolíticas se hace evidente. El conflicto con Israel y el inacceso a las reservas de petróleo con el Medio Oriente datan de varios años atrás.

No obstante, los priistas como el presidente de aquel sexenio López Portillo, tenían un sentido nacionalista que les impedía a los estadounidenses acceder fácilmente a las reservas. Incluso el mismo López Portillo hablaba sobre tener una visión de subasto interno de los hidrocarburos. No fue hasta la llegada en 1988 del presidente neoliberal tecnócrata, entrenado en las aulas de Harvard, de Carlos Salinas de Gortari, que el desmantelamiento soberano empieza a suceder con el famoso Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN).

Los mismos estadounidenses reconocían que era pertinente conservar el sistema político mexicano corrupto y autocrático para poder llevar a cabo sus intereses. Ellos justifican tal acto en el sentido de que era preferible para México ese tipo de sistema que uno de cosecha soviética y había que colaborar con este propósito. Aun finalizando la Guerra Fría y el derrocamiento de la Unión Soviética parecían ser tolerantes ante la corrupción y la falta de democracia. Así se muestra en un memorándum confidencial al secretario Shultz de Ellito Abrams con el título de “Briefing the president for his visit in México”: “La popularidad del sucesor personalmente escogido por De la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, está siendo dañada por su identificación con las políticas de austeridad del gobierno de México. La campaña tuvo un inicio convulso. Es seguro que Salinas ganará, pero quizás con abstención y fraude electoral”.

Cuando Salinas de Gortari llega al poder, la discusión sobre el petróleo seguía en los diálogos con los dirigentes. Salinas quería que se considerase no sólo el libre flujo de mercancías y capital, sino que también hubiera flujo de personas, flujo laboral. El presidente George H. W. Bush, homólogo coetáneo de Salinas, respondía que en dado caso México habría que considerar abrir la industria petrolera a los extranjeros.

Los comentarios sobre el petróleo mexicano continuaron durante las subsecuentes administraciones diplomáticas de Estado Unidos en México. En entrevista con Jeffrey Davidow (embajador estadounidense en México de 1998 a 2002) cuando la periodista discutía la intromisión de México en la política de Estados Unidos, respondió como ejemplificando: “[…] con México tenemos que ser muy cuidadoso ante la hipersensibilidad de México respecto a la soberanía. Por ejemplo, esa es la razón por la cual el gobierno de Estados Unidos nunca dice nada sobre la política energética absolutamente ridícula en México.” Claro, no lo dicen públicamente pero si en sus juntas de negocio.

Más recientemente en el tiempo, Calderón intentó llevar a cabo una reforma energética que fue bloqueada porque los legisladores priistas se negaron. ¿Cómo iban a dejar los priistas tan suculento negocio en manos del PAN? Tenían que volver al poder los prristas neoliberales y hacer la reforma ellos mismos para acceder a los beneficios individuales y familiares de vender el patrimonio a los extranjeros.

La presión del Imperio sobre el petróleo mexicano, como podemos ver, data de varias décadas atrás. Es imprescindible tener un esquema extenso de las intenciones globales del neoliberalismo de Estados Unidos para entender lo que está sucediendo en el nuevo México reformista (y en el mundo) y saber enfocar los cañones de la crítica. El discurso de “transformación y “crecimiento económico” de Enrique Peña Nieto que intenta justificar con sus reformas, no es más que un discurso holograma que pretende confundir y esconder que tal política viene de presiones externas muchos años atrás. Pues ahora en su discurso habla de “Norte América” como si fuera lo mismo Estados Unidos, México o Canadá.

La soberanía de México ha muerto, la clase política responde desde hace ya mucho tiempo a Washington, y Washington a Wall Street. Los modelos económicos que tenemos no son inspiración de un proyecto de desarrollo nacional, sino más bien un es un sometimiento al proyecto global neoliberal de Estados Unidos.

Máxime a lo visto, como dice la gran banda de Rage Against the Machine en su canción “Know your enemy”: “All of which are American dreams. All of which are American dreams”.